Anunciar que la hora del juicio ha llegado. Apocalipsis 14:7
MI RESOLUCIÓN
Ya que solo los que aceptan a Cristo son juzgados, decido hoy entrar en el juicio del Señor aceptando a Jesús como mi Salvador y mi abogado personal, y conducirme con la confianza en el temor de mi Padre Celestial.
Sigamos estudiando una de las más fascinantes revelaciones del juicio final y del ministerio sacerdotal de Cristo.
EL JUICIO EN EL SANTUARIO
Anteriormente había tres clases de sacrificios: continuo individual y expiatorio. Este último servía como un acto purificatorio. ¿En qué sentido? El pecador ponía sus manos sobre la cabeza del animal y los pecados pasaban en forma simbólica a la ofrenda que luego era sacrificada. La sangre era llevada al lugar santo, y con los dedos, el sacerdote la rociaba en los cuernos del altar del incienso (Levítico 4:27-30), quedando así un registro sangriento de los pecados de muchas personas (Jeremías 17:1).
Esta ceremonia nos ayuda a entender porque en el Apocalipsis y en otras partes de la Biblia se mencionan los libros de registros en el cielo (Apocalipsis 20:12; Daniel 7:10). Como el santuario estaba contaminado por el registro simbólico de tantos pecados, era, pues, necesario purificarlo y esto se hacía anualmente por el sacrificio expiatorio (Levítico 16:29-34). Con este sacrificio se purificaban; el pueblo, los sacerdotes y el santuario. En Levítico 16:1-28 se narra la forma de esta ceremonia expiatoria. Toda persona que no se afligía, es decir, no se interesaba, no asistía a la “santa convocación"; mediante un juicio era expulsada del pueblo y rechazada por Dios (Levítico 23:27-30). También, el sumo sacerdote se colocaba el pectoral del juicio (Éxodo 28:30).
1 Pedro 4:17 habla de un juicio que debe comenzar por la casa de Dios. Se refiere al juicio del que somos objeto todos los que pertenecemos al pueblo de Dios; pero es un juicio de oportunidad donde Cristo mismo se presenta como nuestro abogado (1 Juan 2:1). Es un juicio de oportunidad que solo atañe al pueblo de Dios, a los demás no, porque no aceptaron a Cristo. El no pertenecer al pueblo de Dios los condena (Juan 3:18). El juicio de Dios tiene tres partes: investigar, comprobatorio y ejecutivo.
EL JUICIO INVESTIGADOR
En Hebreos 9:23-28 hay dos declaraciones importantes:
La primera dice que Jesús entró en el santuario celestial. Y lógicamente eso sucedió luego de su ascensión al cielo. La segunda (v.27, 28) es que hay un juicio que se realiza hasta poco antes de su segunda venida de Cristo. En conclusión: estamos ahora en una época que estamos siendo juzgados. Y esta primera parte del juicio se llama: juicio investigador (Daniel 7:9,10). En esta fase del juicio, las personas que deciden aceptar a Cristo y pertenecer también al pueblo de Dios, entran a un juicio de oportunidad, los libros son abiertos y es analizado cada deleite de su vida, Eclesiastés 12:14, siendo el código del juicio la ley de Dios (Santiago 2:12).
Este juicio incluye también a los hijos de Dios que murieron desde Adán. Pero en virtud de la muerte de Cristo y de su intercesión, sus pecados quedan perdonados. Dios borra de los registros del cielo todos nuestros malos antecedentes. Al final del juicio investigador estará decidida la suerte de todos los seres humanos (Apocalipsis 22:10-12).
EL JUICIO DE COMPROBACIÓN
Esta segunda fase del juicio se llevará a cabo durante el milenio (lo estudiaremos más adelante). Los santos de Dios comprobarán la sentencia dictaminada y analizarán la vida de los que no alcanzaron la salvación y aún la del mismo Satanás. Allí se verán las razones por las cuales fueron condenados (Apocalipsis 20:3-4; 11.12); y darán la razón a la justicia divina. Por eso se le llama a esta parte del juicio, el juicio de comprobación.
EL JUICIO EJECUTIVO
Es la destrucción final de los impíos quienes junto con Satanás y los ángeles caídos son lanzados en el lago de fuego y azufre y son destruidos para siempre (Apocalipsis 20:14-15).
Siendo que nuestro nombre será considerado en el juicio final, roguemos a Jesús nuestro abogado defensor, que nos defienda y cubra con los méritos de su sangre todos nuestros pecados y nos ayude a ser fieles súbditos de su reino.
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